¡Buenos días! Tranquilos, no estaba muerto, solo había dejado aparcado el blog hasta verano. Ahora nos quedan dos meses por delante para hablar de muchísimas cosas, y voy a darle comienzo con la Luna, fuente de inspiración para científicos y humanistas. Con todos vosotros, todo aquello que considero indispensable conocer sobre nuestra vieja compañera.
La Luna se formó a partir del “Big Whack” (gran impacto), cuando un objeto del tamaño de Marte golpeó la Tierra hace 4.600 millones de años. La nube de roca vaporizada que se levantó (mezcla de material terrestre y del cuerpo impactante), entró en órbita alrededor de la Tierra, concentrándose en cuerpos más sólidos que, tras su unión, formaron la Luna. La Luna no es redonda, tiene forma de huevo. Al igual que la Tierra, está achatada por los polos y sobresale en su ecuador debido al movimiento de rotación sobre sí misma. La gravedad lunar es un 27% más pequeña que la terrestre y la fuerza de atracción que ejerce es 6 veces menor a la de la Tierra. Una persona de 80 kilos pesaría unos 13,4 kilos en la Luna.
Igual que el Sol, cada día la Luna aparece por el Este y desaparece por el Oeste, pero lo hace con un retraso de 50 minutos, lo que explica por qué la Luna puede verse a veces de día. La órbita lunar es ovalada, de modo que la distancia entre la Tierra y la Luna varía. En el Perigeo (más cercana) la distancia es de 363.300 km mientras que en el Apogeo (más lejana) es de 405.500 km. La luna se aleja de nosotros 4 cm al año. Cuando nació hace unos 4,6 millones de años, estaba a 22.530 km de la Tierra. Hoy la vemos a más de 405.000 km.
La luna gira alrededor de la Tierra pero también sobre su eje al mismo tiempo, por eso sólo nos muestra un cara. Sin atmósfera y con tan poca actividad interna, los cráteres permanecen inmutables, lo cual nos desvela, entre otras cosas, el gran bombardeo que tanto la Luna como la Tierra sufrieron durante 4 millones de años. En la Luna hay poca actividad, pero la hay, y es que sufre constantes terremotos fruto de la gravedad terrestre. Estos le provocan muchas fisuras con las correspondientes fugas de gas de su interior. La Luna tiene un núcleo caliente y parcialmente fundido como el de la Tierra, pero es muy pequeño, de un 3% de su masa.
El fenómeno de las mareas es provocado principalmente por la Luna y, en mucho menor medida, por el Sol. La gravedad de la Luna atrae las masas de agua “estirándolas” desde la superficie terrestre. En el lado opuesto se produce el mismo efecto debido a la resistencia que ejerce la Tierra, con una gravedad mayor. Cuando se produce luna llena y luna nueva, el Sol, la Tierra y la Luna se alinean provocando las “mareas de primavera”. Cuando la Luna está más cercana a la Tierra (Perigeo), las “mareas de primavera” son aún más elevadas y se les denomina “mareas de primavera perigea”.